Capitalismo de monopolios intelectuales y sus efectos en el desarrollo

¿Qué hay de nuevo en las empresas líderes (globales) de nuestros tiempos? Si la existencia de monopolios gigantescos es un fenómeno recurrente en la historia del capitalismo, ¿cómo explicar la ebullición que suscita actualmente la alta concentración de capital?

Las empresas líderes del siglo XXI son monopolios intelectuales. Se trata de empresas que cuentan con un monopolio permanente y en expansión sobre porciones del conocimiento de la sociedad. Un reciente informe conjunto de la OCDE y la Unión Europea muestra que las 2000 corporaciones más importantes en términos de gasto empresarial en investigación y desarrollo (BERD, por sus siglas en inglés) concentraron el 60% del total de patentes IP5[1] entre 2014 y 2016 (Dernis et al., 2019).

¿Cómo se alcanzaron estos niveles de concentración (y privatización) del conocimiento si se supone que las rentas intelectuales de las que disfruta el innovador desaparecen una vez que el resto de la industria adopta la nueva técnica? Desaparecen si se rompe el secreto, cuando la patente caduca o cuando otra empresa innova, superando la ventaja de la otrora empresa innovadora. Ahora bien, estas circunstancias no eliminan las rentas intelectuales de un cúmulo reducido de empresas pues el conocimiento es acumulativo y quienes innovan tienen una mayor capacidad de absorción para seguir innovando. Con la ayuda de un régimen de propiedad intelectual más estricto y global, los monopolios sobre porciones del conocimiento se refuerzan en el tiempo y conducen a una perpetuación del núcleo de empresas que goza de los beneficios asociados a las innovaciones, expandiendo el rentismo.

Los monopolios intelectuales pueden no monopolizar los mercados en los que operan, que incluso pueden ser mercados competitivos como el de comercio electrónico de Amazon, donde ésta vende sus productos junto con otros millones de vendedores. Su condición de monopolio se basa en su capacidad de acaparar significativa y sistemáticamente conocimiento, lo que generalmente -pero no siempre- contribuye a la concentración de los mercados en los que opera.

Lo que estamos presenciando es el clímax de un proceso que comenzó hace casi medio siglo con la formación de las cadenas globales de valor (CGV) lideradas por empresas multinacionales que detentan el conocimiento exclusivo de cómo integrar los eslabones de la cadena. También fue en la década del ‘70 cuando surgió el modelo blockbuster de las grandes farmacéuticas, que marcó un punto de inflexión en cuanto a la propiedad intelectual y la adquisición de rentas. Entender nuestro presente también requiere dar cuenta de transformaciones políticas que allanaron el camino a la emergencia de monopolios intelectuales. Estas transformaciones datan de los años 80 y continuaron durante los 90 que instauraron un régimen global de propiedad intelectual (desde la Ley Bayh-Dole hasta los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio -TRIPS-, seguidos de acuerdos de libre comercio, tratados bilaterales de inversión y pactos regionales). Sin embargo, no fue hasta este siglo, que se hicieron evidentes las consecuencias del capitalismo de monopolios intelectuales, en particular a partir de los avances en deep learning y neural networks -dos métodos de machine learning que permiten que los algoritmos aprendan al procesar datos- que desencadenaron innovaciones basadas en big data.

Para identificar a estos monopolios, sugiero pensar a la innovación, como a cualquier proceso basado en el trabajo humano, no sólo desde sus implicaciones sino también como una relación social de producción. En otras palabras, innovar tiene siempre un doble sentido. Uno mira hacia adelante y comienza cuando se logra la innovación, dando cuenta de los efectos de la innovación como un resultado ya logrado. La subordinación de los llamados complementors, empresas que venden productos complementarios a las plataformas digitales (por ejemplo, las empresas que ofrecen sus productos en las plataformas de comercio electrónico), así como de las empresas subcontratadas en la CVG, ejemplifican cómo las innovaciones -o, más en general, los intangibles-, una vez monopolizadas, se utilizan para subordinar a otras organizaciones. El otro sentido de la innovación mira hacia atrás y refiere a las relaciones sociales de producción que tienen lugar para innovar. Se trata de la innovación como proceso. En el capitalismo contemporáneo, este proceso tiene lugar cada vez más en forma de redes, organizadas y planificadas por monopolios intelectuales.

Los monopolios intelectuales no son sólo -ni principalmente- el resultado de la I+D interna de las grandes empresas. Su monopolio del conocimiento se basa en la apropiación y monetización de los resultados de conocimientos producidos en sus múltiples redes de innovación en las cuales la innovación es modularizada u organizada en fases atomizadas que quedan a cargo de diferentes organizaciones (desde las start-ups hasta los organismos públicos de investigación y las universidades). Los monopolios intelectuales también externalizan parte del proceso de innovación participando activamente en iniciativas de acceso abierto o de ciencia abierta (incluido el software libre en el caso de las gigantes tecnológicas), beneficiándose privadamente de los comunes del conocimiento.

En este contexto, ¿cuál es el destino del resto de las empresas -que son la inmensa mayoría del tejido industrial- y cómo consiguen seguir siendo rentables mientras se subordinan a los monopolios intelectuales? ¿Cómo se transforman la ciencia y la tecnología? ¿Cómo afecta el capitalismo de monopolios intelectuales a las universidades y a otros organismos públicos de investigación? ¿Qué lugar ocupan las periferias cuando los beneficios se concentran en un puñado de empresas provenientes de los países centrales? ¿Qué papel desempeñan los Estados de esos países centrales en la aparición y propagación de monopolios intelectuales?

Para responder a estas preguntas, me baso en el concepto de depredación, definido inicialmente por Veblen (1899) entendido como una relación directa del expoliación o despojo. La depredación contribuye a explicar la mayor concentración de activos intangibles en manos de monopolios intelectuales. Estos últimos se apropian conocimiento producido por otras organizaciones por medio de relaciones predatorias. Así, la innovación en el capitalismo se ha desarrollado como una relación de poder. Los/as “inventores/as” (quienes realmente trabajan en las innovaciones de los monopolios intelectuales) reciben, como mucho, un pago muy bajo en comparación con las rentas amasadas por el monopolio intelectual que vigila todo el proceso creativo. Como resultado de esta división del trabajo intelectual, el tejido industrial se divide entre las corporaciones que controlan la producción, la distribución y el consumo mediante el control de los procesos de innovación y una miríada de organizaciones cuya mejor alternativa es la subordinación.

¿Quiénes son los depredadores del mundo?

La expansión y concentración de activos intangibles actual no puede entenderse sin considerar a la economía digital, la cual es altamente asimétrica. Sus cinco principales empresas representan más del 25% del S&P 500. La capitalización bursátil combinada de Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft (GAFAM) superó incluso al PIB de Japón en 2019. Al igual que sus homólogas de China, las GAFAM concentran ganancias y capital (tangible e intangible) basados en la monetización de conocimiento y datos. Sus continuas innovaciones se basan en un acceso exclusivo a las principales fuentes de big data, despojando así a la sociedad de un insumo que fue producido socialmente. Además, analizan los datos con algoritmos de inteligencia artificial (IA) que, en la mayoría de los casos, fueron desarrollados por otras organizaciones. Utilizan la inteligencia digital resultante para orientar sus negocios y seguir innovando basándose en modelos personalizados que son capaces de predecir y moldear los comportamientos de cada individuo/a con la máxima precisión existente.

Aunque están a la vanguardia de esta nueva etapa, el capitalismo de monopolios intelectuales va más allá de las gigantes digitales. Las grandes farmacéuticas son otro ejemplo paradigmático. Además, empresas de las más diversas industrias se están convirtiendo en monopolios intelectuales. Desde State Grid Corporation of China (SGCC), la proveedora china de energía eléctrica, hasta el monopolio de datos financieros de BlackRock.

Dependiendo de la diversidad de técnicas de gestión del conocimiento y de la multiplicidad de tecnologías monopolizadas, los monopolios intelectuales difieren en su alcance. Algunos se centran en nichos estrechos, como el dominio de Siemens de la IA para invenciones en ciencias de la salud, o el liderazgo de SGCC en aplicaciones de IA para la gestión inteligente de la energía (World Intellectual Property Organization, 2019). Mientras tanto, las GAFAM y sus rivales chinas amplían su poder, dominando tecnologías ubicuas que subyacen al llamado capitalismo digital. En definitiva, el capitalismo de monopolios intelectuales puede concebirse como la etapa del capitalismo en la que la acumulación (y la distribución) de capital está dirigida por un núcleo de monopolios intelectuales que basan su acumulación (y su poder) en la concentración permanente y en expansión de porciones de conocimiento que convierten en activos intangibles.

Sintetizando los rasgos comunes de estos casos, sostengo que la acumulación de capital del monopolio intelectual está cada vez más impulsada (y obstaculizada) por la búsqueda de rentas y la depredación. Los monopolios intelectuales sabotean a la sociedad al monetizar privadamente los bienes intangibles; son -simultáneamente- capitalistas, rentistas y depredadores. Cuanto más crezcan sus rentas, más se privará al resto del mundo del acceso al conocimiento y de una mayor parte del valor total social. Las empresas que detentan monopolios intelectuales son también quienes encabezan el ranking de deslocalización de ingresos, declarando sus ganancias en paraísos fiscales. Esta práctica favorece aún más a sus accionistas al minimizar su pago de impuestos. Se pone en evidencia la interconexión entre una estrategia de acumulación basada en el rentismo y la depredación que da como resultado niveles de ganancias y una fortaleza financiera que permiten ampliar aún más sus rentas, esta vez participando en los mercados financieros.

Los monopolios intelectuales maximizan su apropiación de riqueza, en última instancia, a expensas de los/as trabajadores de todas las empresas subordinadas, pero también de sus propios trabajadores/as. La diferenciación de los/as trabajadores/as bajo el capitalismo de monopolios intelectuales genera una mayoría con ingresos por debajo de lo necesario para reproducirse y reproducir a sus familias. Para inclinar la balanza, los sindicatos deben recuperar el poder que perdieron en los países occidentales y ganar el que nunca tuvieron en Asia. Es necesaria una organización mundial de los/as trabajadores/as. Sin embargo, esto es mucho más fácil de decir que de hacer.

Los efectos del capitalismo de monopolios intelectuales en las periferias

La distribución persistentemente desigual de la innovación en el mundo es una realidad preexistente agravada por el capitalismo de monopolios intelectuales. Éstos se originan en los países centrales, en particular en Estados Unidos, pero sus efectos se extienden por todo el mundo. En mi libro “Capitalism, Power and Innovation: Intellectual Monopoly Capitalism Uncovered” estudio esta etapa del capitalismo integrando tres niveles de análisis: global, nacional y en red. En el nivel nacional, distingo entre países centrales y periféricos. En el nivel de red, me centro en cómo los monopolios intelectuales planifican, organizan y depredan conocimiento de sus redes de innovación, en las cuales incluyen a un amplio conjunto de empresas subordinadas, universidades y organismos públicos de investigación de todo el mundo.

En las periferias, los monopolios intelectuales pasan sistemáticamente por encima de los Estados menos poderosos. Es por ello que la tercera parte de mi libro comienza con una evaluación de las políticas de innovación y catching up enfocadas en el desarrollo. En el contexto del capitalismo de monopolios intelectuales, los estudios sobre la innovación (incluida la idea de un Estado emprendedor), así como los enfoques de las CGV y catching up, proponen recomendaciones políticas inviables. Los rasgos específicos de los países periféricos dan lugar a una mayor brecha tecnológica con (los monopolios intelectuales y sus redes de innovación de) los países centrales que refuerza el subdesarrollo. Sin embargo, los países relativamente más desarrollados de la periferia presentan una estructura de conocimiento e innovación desequilibrada, con sus principales instituciones de investigación integradas en redes mundiales de conocimiento, por lo que corren el riesgo de quedar subordinadas a monopolios intelectuales, mientras que las empresas locales quedan, generalmente, rezagadas.

Para dar cuenta de los efectos específicos del capitalismo de monopolios intelectuales en las periferias, propongo los conceptos de extractivismo de conocimientos y de datos, dos formas específicas de lo que puede denominarse extractivismo de intangibles.

El extractivismo del conocimiento se refiere a la ciencia y la tecnología de las periferias que se monetizan en países centrales, normalmente por corporaciones que son monopolios intelectuales y, eventualmente, por monopolios intelectuales académicos. Esta forma de extractivismo afecta sobre todo a las principales universidades y organismos públicos de investigación de los llamados países emergentes o de ingreso medio.

En cuanto a los datos, está surgiendo una nueva dimensión en la división internacional del trabajo. Divide al mundo entre los proveedores netos de datos brutos y un puñado de monopolios intelectuales basados en su acceso a datos. Los datos brutos no tienen valor, pero a medida que los flujos continuos de big data se centralizan y se procesan con deep learning y neural networks, los algoritmos mejoran por sí mismos y aprenden más rápido. Los países periféricos (e incluso Europa) son proveedores netos de datos en bruto y pagan por la inteligencia digital.

El extractivismo de intangibles se traduce en una mayor concentración de activos intangibles en manos de unas pocas corporaciones del centro, que amplían sus rentas a costa del conocimiento y los datos producidos en las periferias. Algunos autores conciben este intercambio desigual de conocimientos y datos como una nueva forma de colonialismo, definida como colonialismo de datos o digital (Couldry & Mejias, 2019a, 2019b; Kwet, 2019). Se establece un círculo vicioso entre el extractivismo de intangibles y la falta de autonomía tecnológica en las periferias.

Mi libro aporta pruebas de extractivismo de conocimiento de las periferias por parte de monopolios intelectuales globales (pero nacidos en países centrales). El capítulo 12 se centra en la distribución de las rentas del hub de innovación instalado en Singapur, mostrando que son las empresas multinacionales las que se apropian de la mayor parte de ellas. El capítulo 13 da cuenta de cómo se extraen (y monetizan) conocimientos farmacéuticos producidos en la Universidad de Buenos Aires, en Argentina, por empresas de países centrales.

¿Qué podemos hacer, entonces, para inclinar la balanza en contra del capitalismo de monopolios intelectuales?

En primer lugar, debemos reconocer que esta pregunta debe responderse mediante debates comunitarios y procesos de decisión colectivos y democráticos. Por ello, sólo anticipo aquí algunas ideas que intentan contribuir a tales debates.

Más allá de los intentos de contrarrestar los efectos de los monopolios intelectuales, como la promoción de los comunes del conocimiento y las iniciativas de acceso abierto y software libre, es necesario superar el régimen de conocimiento privado actual. Un nuevo régimen de conocimiento común debería considerar simultáneamente el acceso y el uso del conocimiento. En este sentido, sci-hub -un sitio web que permite el acceso irrestricto a publicaciones académicas- funciona como una política de desarrollo democratizadora. Reemplazar al régimen actual de propiedad intelectual adquiere mayor importancia si tenemos en cuenta la pandemia de Covid-19. La democratización del acceso al conocimiento requiere también educación pública (gratuita) que garantice que las poblaciones locales puedan comprender dicho conocimiento de forma crítica y contribuir a seguir desarrollándolo.

Del mismo modo, las leyes de privacidad de datos destinadas a limitar el poder de las gigantes de tecnología digital contribuyen aún más a la privatización del conocimiento al fomentar la propiedad individual sobre los datos. Por el contrario, creo que debe fomentarse la creación de bienes públicos globales digitales. Cada búsqueda en Google, cada compra en Amazon, cada publicación en Facebook o YouTube, etc., contribuye a mejorar los algoritmos utilizados y, por lo tanto, a mejorar los servicios que todos/as recibimos. Las plataformas digitales son producidas a nivel mundial y por la sociedad en su conjunto y dado que los servicios digitales -en particular los que están en manos de las grandes empresas tecnológicas- tienden a ser monopolios naturales, ¿por qué no pasar a concebirlos como bienes públicos globales?

Además, los países periféricos deben establecer su propia agenda para luchar contra los monopolios intelectuales, que debería incluir la limitación de todas las formas de extractivismo (datos, conocimiento y también de la naturaleza, pues ella es también esencial para las cadenas de valor digitales).

La consecución de estas medidas y otras -como por ejemplo los acuerdos globales para reforzar la regulación del mercado de trabajo a fin de prohibir nuevas y viejas formas de informalidad que la economía digital lleva a niveles sin precedentes dentro del capitalismo-, sólo tendrán lugar si los movimientos sociales y los sindicatos luchan por ellas. Como científicos/as sociales, debemos participar en estas luchas y esto incluye reorientar nuestras agendas de investigación. Tenemos que ser audaces y plantear preguntas desafiantes, salvar la distancia entre las tendencias generales y los análisis específicos o en profundidad. Nuestras prioridades de investigación deben tener en cuenta los impactos sociales y medioambientales, lo que exige integrar a otros actores sociales en la definición de las agendas científicas y tecnológicas. Poner de manifiesto las tendencias -nuevas y estructurales- de la acumulación de capital, identificando así las raíces de la pobreza, la desigualdad y el subdesarrollo, no puede esperar. Mi investigación sobre el capitalismo de monopolios intelectuales persigue este objetivo.

[1] Son patentes otorgadas simultáneamente en las 5 principales oficinas de propiedad intelectual:  European Patent Office (EPO), Japan Patent Office (JPO), Korean Intellectual Property Office (KIPO), National Intellectual Property Administration of the People’s Republic of China (CNIPA) y la United States Patent and Trademark Office (USPTO).

Cecilia Rikap (CONICET – Universidad de Buenos Aires, CEPED Université de Paris and COSTECH Université de Technologie de Compiègne)

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